miércoles, 29 de diciembre de 2021

100 RAZONES PARA AGRADECER

1. Llegué con vida

2. Llegué con salud

3. Puedo respirar

4. Mi familia completa está conmigo

5. No conocí hospitales este año

6. Mis hijos están sanos

7. Mi esposa luce hermosa y radiante

8. Mis problemas no me vencieron

9. Nadie me persigue (esta me encanta!)

10. La vida me sonríe

11. He visto salir el sol por las mañanas

12. He disfrutado del calor

13. He disfrutado del frío y de la lluvia

14. Tengo amigos que aún me llaman

15. Hay muchos que me recuerdan

16. He influido positivamente en mucha gente

17. He crecido como persona

18. He aprendido mil cosas nuevas

19. He invertido en mi salud

20. He comido sin excesos

21. Me he reído muchas veces

22. He extrañado a alguien 

23. Vi excelentes series este año

24. Pude tomar de la mano a mi esposa

25. Pude disfrutar la sonrisa de mis hijos

26. Mi perro aún mueve la cola cuando me ve

27. Escribí, escribí y disfruté cada letra

28. Hice buenas ventas

29. Leí, leí y degusté cada línea

30. Compartí con buenos amigos

31. Superé algunos temores

32. Dios me regalo días hermosos

33. Viajé

34. Regresé de viaje

35. Soñé como nunca

36. Tengo ganas de vivir

37. Ayudé a otros

38. Puedo ver el cielo

39. Aún puedo disfrutar las estrellas

40. Escuche a Dios en el viento

41. Me gusta lo que hago y lo disfruto

42. Conocí gente maravillosa

43. Tengo fuerzas

44. Lloré algunas veces

45. Amé y fui amado

46. Dibuje tu rostro en mi memoria

47. Mi hijos tienen trabajo

48. Tengo una compañera de vida increíble

49. Escuché a gente grandiosa

50. Caminé sin desmayar

51. Cometí errores

52. Aprendí de ellos

53. Dije mil palabras, algunas de más

54. Calle a veces

55. Escribí un libro

56. Participé en un concurso de literatura

57. No gané, pero lo disfruté

58. Degusté comidas deliciosas

59. Cumplí un año más

60. Tome un café con mis mejores amigos

61. No pasé frío

62. No pasé hambre

63. Disfrute aún los momentos de soledad

64. Sigo creyendo en la gente

65. Sigo soñando con lo mejor

66. Tengo un hogar que me espera

67. Soy mejor persona que ayer

68. Puedo sonreír

69. Puedo dar un abrazo

70. Clamé a Dios y el me escuchó

71 También me equivoqué

72 No me rendí

73 Disfrute el beso de mi esposa

74 Mis hijos me respetan

75 Mis hijos no han andado en malos pasos

76 Dios no se ha olvidado de mi

77 Conté los minutos

78 Canté mil canciones

79 Recorrí muchos kilómetros

80 Me hice tantas preguntas

81 Encontré algunas respuestas

82 Tomé decisiones

83 Invertí en mi educación

84 Mejoré algunos hábitos

85 Leí un buen libro

86 Me envolvieron las olas del mar

87 Dios me libró de la maldad

88 Fui perdonado

89 Tuve un nuevo comienzo

90 Me arriesgué

91 Hice cambios importantes

92 Quemé algunos barcos (no literal 😉

93 Retomé el camino

94 Luché por un sueño

95 Creo en mí

96 Tuve pan en mi mesa

97 Tuve fuerzas para trabajar

98 Tengo fe

99 No morí

100 No enfermé.




domingo, 19 de diciembre de 2021

8 Razones por las cuales los ex malos alumnos les va mucho mejor en la vida que a los que se sacan notas excelentes

Muchos de nosotros hemos escuchado en la infancia la estricta orden de nuestros padres: “¡Debes estudiar!”. Y cuando volvíamos a casa con una mala nota (para algunos bastaba que fuera solo un punto menos del excelente), escuchábamos obedientemente los encendidos regaños de mamá y estudiábamos los libros de texto durante horas. Pero, como a menudo demuestra la vida, la búsqueda de buenas calificaciones en la escuela es completamente inútil. ¿Cuántas veces te has encontrado con el hecho de que el mejor alumno de ayer va a buscar trabajo en una empresa dirigida por un ex “vergüenza de la clase” que vivía copiándose de todo el mundo?Genial.guru consultó con los psicólogos e intentó responder junto a ellos la pregunta de por qué a los malos estudiantes a veces les va mucho mejor en la vida que a los que se sacan notas excelentes. Y a aquellos que lean el artículo hasta el final los espera un bono que les contará por qué no ser el mejor alumno de la clase no siempre es una desventaja, sino que incluso puede ser provechoso.


No persiguen las notas

Para la mayoría de los estudiantes excelentes, las calificaciones son un indicador de éxito: una vez que obtienen una buena nota, bien hecho, lograron algo. Pero esta forma de pensar no permite darse cuenta de que cualquier evaluación es subjetiva y depende no solo de la calidad del conocimiento, sino también de otros factores, por ejemplo, la actitud del maestro y, a veces, solo de su estado de ánimo. Los malos alumnos no necesitan confirmar su éxito con buenas calificaciones. En el camino hacia la meta, se guían no por la aprobación de otras personas, sino por la satisfacción interna del trabajo realizado.


No tratan de ganarse el buen trato de los demás

Para los estudiantes excelentes, por regla general, es muy importante causar una buena impresión en el maestro. Es por eso que muchos de ellos intentan ser estudiantes diligentes, levantar la mano incluso en las lecciones más aburridas y complacer a los maestros sin cuestionarlos. Los niños con bajo rendimiento generalmente no intentan impresionar a nadie. Aunque tratan a los maestros con respeto, no se desviven por complacerlos.

Como lo demuestra la experiencia, de adultos, tanto los buenos alumnos como los regulares, implementarán el mismo modelo y comportamiento frente a sus superiores.


No hacen todo por su cuenta

Muchos estudiantes excelentes, incluso después de graduarse de la escuela secundaria, continúan siendo guiados por la regla “si quieres hacerlo bien, hazlo tú mismo”. Todo porque se han acostumbrado desde la escuela a dar el 100 % de sí mismos en lo que sea, y controlar todo personalmente. Mientras que los malos alumnos, los perezosos y los estudiantes regulares usaban las capacidades de otras personas dependiendo de sus habilidades (“Copiaré la tarea de matemáticas de Natalia, mientras que la de química la hará mejor Pedro, me copiaré de él”).

En la edad adulta, tanto los excelentes estudiantes como el equipo de los regulares continúan siguiendo este principio: algunos se esfuerzan hasta quedar sin nada de energía, mientras que otros delegan tareas a sus subordinados o colegas.


Se permiten actuar imperfectamente

En psicología, existe el término “síndrome del estudiante”, cuando una persona construye su vida sobre el principio de “hacer todo perfectamente o no hacerlo en absoluto”. Vivir con esa actitud es increíblemente difícil, porque lograr el éxito en todas las áreas es imposible. Una persona se sentará durante días en un trabajo que no le gusta, obligándose a esforzarse aún más, o, por el contrario, nunca se atreverá a hacer lo que realmente le gusta, por temor al fracaso.

Y aquí hay un ejemplo perfecto de eso: “Hace mucho, un niño estudió conmigo en una escuela de arte. Dibujaba bien, pero en la última clase dejó de prestarle atención al estudio y, como un típico mal estudiante, dejó la escuela con un certificado, no con un diploma. Ni eso, ni el hecho de que sus primeras obras fueran criticadas le impidió convertirse en uno de los mejores artistas de grafiti del país. Ahora recibe pedidos de todo el mundo. Si fuera un perfeccionista, obsesionado con las evaluaciones, su talento no se habría revelado”.


No malgastan su energía

Un mal estudiante nunca se obligará a hacer lo que no le gusta y malgastar energía en algo de lo que no ve el punto, sino que se centrará en lo que es realmente interesante para él. Un buen estudiante se obligará a esforzarse hasta el desmayo solo para no bajar en los indicadores del buen rendimiento.

Posteriormente, a menudo sucede que el “excelente estudiante” también en la edad adulta gasta energía en lo que no le gusta, ya sea un trabajo no satisfactorio o una relación en la que no es feliz.

La lógica que guía a los malos estudiantes queda bien demostrada por la historia contada por Ivan Mitin, fundador y propietario de la red Ziferblat: “Fui a 7 escuelas diferentes y en todas partes era un mal estudiante. No quería estudiar temas que no me interesaban, y estos incluían todas las ciencias exactas. Cuando supe que en el 10° grado podía tener un insuficiente en todo el año, simplemente dejé de estudiar álgebra. Al mismo tiempo, leía mucho y estudiaba diferentes fenómenos que me interesaban. A eso hay que agregarle el hecho de que obtuve acceso a Internet en 1994, cuando ninguno de mis maestros entendía qué era. Todo mi tiempo libre lo pasaba en línea, jugando en la computadora, paseando y leyendo”.


Tienen algo que hacer además de estudiar

Mientras los compañeros de clase que son buenos estudiantes pasan horas sentados detrás de los libros de texto para no quedarse atrás en la carrera por el rendimiento académico, los niños que no estudian tan bien pasan su tiempo libre a su antojo: leen, practican deportes, hacen música, bailan o simplemente juegan con los chicos del barrio.

Según los psicólogos, es muy difícil para los niños que son excelentes estudiantes relajarse porque están en constante tensión, no solo mental, sino también psicológica. Desafortunadamente, los excelentes alumnos a menudo llevan este problema con ellos a la edad adulta: están perseguidos por una ansiedad sin causa y el miedo a no estar a la altura de las expectativas de alguien.


Son capaces de soportar no solo los altos, sino también los bajos

Probablemente, todos hemos conocido a esos estudiantes para quienes obtener un solo punto menos del excelente era como una afirmación de su propia inutilidad y mediocridad. En la vida, esas personas experimentan muy dolorosamente los fracasos, y cualquier error, incluso el más insignificante, es percibido por ellos como una tragedia. Los malos estudiantes están acostumbrados a obtener no solo buenas calificaciones, sino también las malas. Para ellos, un “insuficiente” no es el fin del mundo, sino solo una marca en un papel. En la vida, a esta clase de personas les resulta mucho más fácil adaptarse al estrés y se recuperan más rápido después de un fracaso.


Están listos para correr riesgos

A aquellos que alguna vez estuvieron pasando de una mala nota a otra, el estudio en la escuela les enseñó a actuar según la situación, buscar una salida e incluso arriesgarse en uno u otro momento. Sus padres no tienen su futuro programado por varias décadas y, por lo tanto, se permiten soñar, vivir sin seguir ningún plan estricto, y es más fácil para ellos relacionarse con sus propios errores.

Si un día un mal alumno comprende que quiere abandonar la universidad, cambiar de profesión o irse a vivir a otro país, lo más probable es que lo haga. Y, curiosamente, las cosas le saldrán bien, quizás precisamente porque esa persona está acostumbrada a escuchar su propia voz interior mucho más que las opiniones de los demás.